Con los aumentos en subtes y combustibles, la inflación de marzo se ubicaría en niveles similares a los de febrero y el primer trimestre cerraría con un 11,5% por lo que la meta anual del 29% establecida en el presupuesto se aleja cada vez más.
Para lograr el objetivo trazado por el Gobierno, la inflación promedio de los nueve meses posteriores no podría pasar de 1,63%, un desempeño que la Argentina no consigue desde hace más de una década.
Los índices de precios al consumidor de enero y febrero fueron de 4% y 3,6%, respectivamente, con lo que el primer bimestre acumuló una inflación 7,74%.
Para marzo, la consultora Ecolatina proyectó un incremento de, 3,5% que de cumplirse llevaría la inflación del primer trimestre al 11,5%.
Con estos resultados, la inflación anualizada tendría un leve descenso, pero en cualquier caso superaría no solo la meta oficial sino incluso las proyecciones privadas reflejadas periódicamente en el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), recopiladas mensualmente por el Banco Central.
Así, del 60,1% anual que implicaría la extrapolación del 4% de enero se bajó al 56,4% proyectando el 7,74% del primer bimestre y la tasa volvería a bajar al 54,6% en caso de cerrarse el período enero-marzo con un 11,5%.
La contracara de esa baja -insuficiente para cumplir la meta presupuestaria- es un margen cada vez más reducido para llegar al 29%: con el 4% de enero, los once meses posteriores requerían una inflación promedio de no más del 2,14% y el 7,74% de inflación del primer bimestre redujo ese promedio al 1,81% para los diez meses restantes.
Si la inflación acumulada del primer trimestre fuese del 11,5%, los nueve meses que faltan para completar el año no podrán contar con un promedio superior al 1,63%. Y el margen seguirá comprimiéndose a medida que los índices mensuales superen esa marca.
De todos modos, si el Ministerio de Economía y el Banco Central consiguen reducir la inflación mensual, el número final de 2021 podría ubicarse debajo de las proyecciones del REM (48,1% en la última medición), aunque resta por dilucidar si podrá alcanzarse la meta fijada en los supuestos macroeconómicos del Presupuesto.
En ese propósito, el Gobierno cuenta a su favor la «pax cambiaria» que permitió una caída de casi 50 pesos del dólar paralelo desde su récord de $195 del 23 de octubre de 2020 y una afluencia de divisas por la mejora de los precios de las commodities que evitaría eventuales disparadas en su cotización en el corto y mediano plazo.
Pero el frente financiero entra en tensión con el atraso tarifario que paulatinamente se va flexibilizando: en marzo aumentaron el pasaje del subte y los combustibles, que en ambos casos volverán a subir en los próximos meses, y se especula con una suba en la tarifa del gas de hasta el 35%.
El peso de los subsidios a los sectores económicos, así como la intención de reducirlos o al menos no aumentarlos demasiado nominalmente, obligaría a tomar decisiones similares con las tarifas de los servicios de colectivos, trenes y electricidad en algún momento del año.
A eso debe sumársele los problemas de abastecimiento en algunos sectores por restricciones tanto en los precios internos como en la importación de insumos y partes, que podrían derivar en otros incrementos.
Y como tercer elemento, se mantiene la preocupación por la emisión monetaria, que si bien se contuvo respecto de los incrementos de los primeros meses de 2020, el incremento interanual de marzo se ubica en torno del 50%, en un contexto de caída de la demanda de pesos y pocas opciones de ahorro en moneda doméstica.