Juan Román Riquelme, ex futbolista y actual vicepresidente de Boca, es una palabra más que autorizada en el mundo Xenieze, sin embargo esa situación no impide que actualmente quedara ubicado en el centro del caos que atraviesa la entidad de La Ribera, en momentos en que además piensa en su partido homenaje.
Sin dudas el apellido Riquelme y Boca van de la mano para los simpatizantes, ya que el ex enganche es sin dudas o mejor dicho «las cosas están claras» -como dijo hace unos días-, fue el jugador más influyente de la últimas tres décadas en las que ganó tres Copa Libertadores y una Copa Intercontinental.
Ahora bien, esto no esta en discusión, pero sus pergaminos como futbolista, ¿le avalan ser el «dueño» de un club que deportivamente esta convulsionado por interna que siempre lo apuntan a él como responsable?.
Desde la asunción de la actual Comisión Directiva en diciembre de 2019, hubo un sin fin de polémicas que fueron ensanchando la grieta que hoy parece irrevertible: la serie de factores que incluyó desde la salida de Gustavo Alfaro hasta la polémica sanción a Carlos Zambrano y Darío Benedetto generó dos bandos en el mundo Boca, en los cuales de un lado defienden a capa y espada al vicepresidente mientras que en la vereda opuesta, las críticas son cada vez mayores desde distintos sectores.
Cuando Riquelme tomó la decisión de prescindir de los servicios de Alfaro, Miguel Ángel Russo -ganador de la Liga Profesional 2020- y Sebastián Battaglia -dos títulos como entrenador-, contó con el aval del público que estuvo descontento con el juego del equipo, pero a su vez se generó el murmullo de los manejos a la hora de tomar la determinaciones, ya que con ninguno tuvo una reunión cara a cara y esto generó el fuego cruzado, como lo marcó Rolando Schavi, quien dirigió la reserva y fue echado: «Quise tener una charla con Román después que me echaron y dijo que no».
Sin dudas, lo que más repercusión tomó fue la salida de Battaglia, a quien le comunicaron en una estación de servicios que dejaba de ser el entrenador del Xenieze. ¿Quién le dio la noticia?, Jorge Bermúdez, integrante del Consejo de Fútbol y ladero de Riquelme o como los catalogó el periodista Alejando Fantino: «jardineros».
Fuerte fue la frase del conductor televisivo, pero ¿esta errado?, la acciones indican que no. Román aseguró no ser parte del Consejo «porque soy el Vice de Boca», y aunque la declaración fue más sarcástica que concreta, le vamos a dar la derecha, ya que el propone y dispone, resuelve a su antojo y sus «jardineros» o caballitos de batalla son los que ponen la cara por él mientras se desgasta la imagen de un consejo que es observado de reojo por los hinchas pero el ex «10» sigue arriba de un pedestal por sus logros.
«Nos está arruinando, una cosa es saber poner la pelota y otra es dirigir un club», arremetió el ex presidente de la nación Mauricio Macri, dejando en claro y públicamente su descontento con un Riquelme que ya tuvo un enfrentamiento público cuando fue el mandamás Xeneize y se dio el recordado Topo Gigio.
«Como Riquelme aprendió a ser futbolista, tendrá que aprender a ser dirigente. No porque uno le pegaba bien a la pelota tiene que ser buen directivo», dijo Menotti.
Las decisiones que tomó el actual vicepresidente de Boca, generaron un sin fin de debates, pero también sus apariciones públicas estuvieron lejos de apaciguar las aguas: En pleno escándalo por la denuncia que le realizaron a Sebastián Villa por presunto abuso sexual y tentativa de homicidio, situación en la que destacó que el colombiano «es un buen chico y me saco el sombrero».
Estas declaraciones tomaron un revuelo de alto alcance, y subiría a un más lo niveles cuando Eduardo «Toto» Salvio atropelló a su ex mujer y se dio a la fuga. Ante este episodio, el ex futbolista le brindó su apoyo al delantero y habló de renovación de contrato, mientras por detrás el Departamento de Género de Boca publicó un comunicado brindando su ayuda a la damnificada.
«Román dio un paso más allá de la idolatría o de ser un tipo amado, y se convirtió un poco en Boca. Ningún jugador en algún punto logró convertirse en Boca. Quizá lo hizo Maradona, pero no sé si tanto como Román. Cuando vos criticas a Riquelme, o decís algo malo de él, en algún punto estás diciendo algo malo de Boca», sostuvo Fantino.
«La figura de Román como la de Cristina Kirchner son demasiado fuertes para delegar. Cuando armamos esa coalición (Jorge) Ameal- Riquelme-Pergolini estaba claro a qué jugaba cada uno», destacó Mario Pergolini, ex vice presidente de la actual gestión y enfrentado con el ídolo.
Dos relatos con un mismo mensaje, Boca es un poco Riquelme y Riquelme es un poco Boca. Su condición de máximo ídolo y una personalidad que nunca fue fácil -la infinidades de conflictos que tuvo como jugador profesional están a la vista-, sumado a su ego y su «imagen de intocable» lo hicieron subirse a un pedestal del que no puede y no quiere bajarse, porque Román es así, el siempre va seguir sus ideales sean correctos o no, y el que le permite hablar de su partido homenaje mientras el sector del fútbol Xenieze se desangra en una guerra de egos.
«A fin de año (será la despedida), ya es hora de hacerla, pasó mucho tiempo. Ocho años… Espero no errarle a la pelota. Cuando me vuelva a poner la camiseta de Boca va a ser para jugar acá», remarcó Riquelme.
Sin dudas, como jugador rozó la excelencia, pero como dirigente esta muy lejos de la misma. Su postura, el estar por encima del pedestal lo llevaron a tener más peso que el propio presidente, Jorge Amor Ameal, quien solo parece figurar mientras el ídolo arma y desarma a su gusto, genera guerras mediáticas que no le sirven de nada al club y piensa en su despedida por sobre la actualidad de un equipo que gana con los justo de local y da pena de visitante, con un plantel que le declaró la guerra a él y a su Consejo de Fútbol o «jardineros».